¿El futuro que queremos? #RioPlus20

«La tierra tiene suficientes recursos para satisfacer las necesidades de todos los seres humanos, pero no para saciar su codicia». M. Ghandi

Los próximos días 20, 21 y 22 de Junio se celebrará en Río de Janeiro una cita histórica. Las Naciones Unidas han convocado a todos los Estados para dialogar sobre la sostenibilidad de nuestro modelo de desarrollo, con la consciencia clara de que no existe verdadero desarrollo si éste no supone al mismo tiempo la erradicación de la pobreza, la disminución de la desigualdad, y el cuidado sostenible de los recursos que usamos y del medio ambiente global, casa común de toda la humanidad.

El referente es la Cumbre de la Tierra, celebrada también en Río de Janeiro hace veinte años. De aquella cumbre salieron documentos y declaraciones muy importantes (sobre todo la Declaración de Principios y la Agenda 21) que plantearon la relación entre la economía, la sociedad y el planeta, en unos términos diferentes a lo que hasta entonces se había construido, que permitiesen lo que el informe “Nuestro futuro común” (1987) más conocido como Informe Bruntland, había definido unos años antes como “desarrollo sostenible”, que consiste en la capacidad de satisfacer nuestras propias necesidades sin minar el derecho de las generaciones futuras a la satisfacción de las suyas. Pero ¿hemos avanzado o hemos retrocedido con respecto a este ideal?

El Informe de Naciones Unidas que prepara Rio+20 llamado, “Gente resiliente en un planeta resiliente: un futuro que vale la pena elegir”, es contundente y claro. Cada vez somos más (7 mil millones actualmente, 9 mil en 2040) y nuestros modelos de producción y consumo hacen que el crecimiento sea insostenible a medio y largo plazo, además de la escasez de recursos que producen y del deterioro ambiental que provocan. Para 2030 el mundo necesitará al menos un 50% más de alimentos, un 45% más de energía y un 30% más de agua.

En los últimos veinte años el mundo ha caminado creyendo ciegamente que garantizar el crecimiento económico sería sinónimo de bienestar para todos. De hecho entre 1992 y 2010 el Producto Interno Bruto (PIB) mundial creció en un 75% y el PIB per cápita en un 40%. Sin embargo, casi 2 mil millones de personas viven actualmente en la pobreza más absoluta, la desigualdad creció entre los países y también dentro de cada nación, y el hambre es una lacra sin erradicar, que afecta a casi mil millones de personas. Además, nuestro modelo de crecimiento económico sigue generando grandes daños al planeta en sus procesos de producción y de consumo. Los científicos han identificado “nueve límites planetarios” (Rockström 2009) que en caso de ser sobrepasados por la actividad humana podrían provocar cambios ambientales irreversibles y abruptos. Plantean que en tres de ellos ya se han sobrepasado los límites: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el ciclo global del nitrógeno.

Así pues, estamos ante un momento clave y urgente para toda la humanidad: o somos capaces de tomar las decisiones necesarias para un verdadero desarrollo sostenible para toda la humanidad y que respete los límites planetarios, o estamos abocados, más tarde o más temprano, al colapso total. Aquí no hay ricos ni pobres, buenos ni malos, norte o sur. El planeta es uno. Y es nuestra casa común. ¿Hacia dónde caminar entonces?

El borrador de la declaración final de Río+20 que se viene discutiendo desde enero, y que se llama “El futuro que queremos”, plantea caminar hacia la sostenibilidad con dos herramientas principales: una economía “verde” y unas instituciones globales que lideren y garanticen un desarrollo sostenible, capaz de llevarnos un crecimiento económico con igualdad social y preservación ambiental.

La mayoría de las organizaciones de la sociedad civil y sus redes, sin embargo, han sido duramente críticos con las propuestas. En primer lugar se afirma que si las múltiples crisis actuales (económica, energética, de seguridad alimentaria, climática, etc.) son el resultado de un modelo económico basado en el crecimiento ilimitado en un mundo con recursos finitos, y de la globalización de patrones irracionales de producción y de consumo, una alternativa que promueva entre otras cosas el uso de energías renovables, nuevas tecnologías para la producción de alimentos, y asignar valor económico a bienes y servicios de los ecosistemas que actualmente no forman parte del precio final de lo que se produce, sin cambiar la esencia del sistema, no es una verdadera alternativa y no sólo no nos llevará a la sostenibilidad, sino que profundizará nuestras crisis, expandirá la mercantilización de la naturaleza y aumentará la desigualdad social y el deterioro ambiental. Por otra parte, pretender mejorar el gobierno global para la sostenibilidad sin una reforma profunda de las instituciones internacionales, sin mayores cotas de democratización y transparencia, sin mandatos específicos con autoridad reconocida para normar y castigar los incumplimientos de los compromisos asumidos por los Estados, sin mayores accesos para la participación y el seguimiento de la sociedad civil global, etc. sin una reforma en este sentido, Rio+20 no será más que una declaración de buenas intenciones, pero sin futuro y sin capacidad transformadora.

Desgraciadamente las discusiones previas sobre el borrador cero no han generado consensos sino todo lo contrario. De hecho, el documento inicial contaba con 25 páginas, y el último borrador, de principios de junio, ya va por 80. Tal vez, siendo realistas, no haya que esperar grandes resultados de esta cumbre, y mucho menos un cambio de paradigma sobre nuestra economía y nuestra manera de relacionarnos con los demás y con la naturaleza. Pero tal vez el valor está en el proceso, en los debates, en la elaboración de alternativas, en las propuestas y las interacciones.

Hoy los utópicos son los que siguen creyendo que es posible mantener de manera indefinida un modelo de desarrollo que deteriora el planeta, hace crecer las desigualdades, y esquilma los recursos disponibles. Es tiempo de sensatez y de realismo, en clave de urgencia. Y no tenemos más alternativa que construir el futuro respetando los límites de nuestro planeta y los derechos de todos los seres humanos para cubrir sus necesidades de manera satisfactoria. No hay otro camino. Pero ¿es este el futuro que queremos?

Marco Gordillo Zamora, Responsable de Campañas de Manos Unidas y miembro del Grupo de Tabajo de Pobreza Cero

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