Los 63 muertos de todos y todas

Cada golpe perpetrado por las fuerzas del Estado nicaragüense es un golpe a los Derechos Humanos del mundo entero.

Estamos siendo testigos y víctimas de una brutal oleada de violencia institucional, desde Venezuela, donde se vive una de las peores crisis de Derechos Humanos de su historia, hasta las detenciones arbitrarias en México, pasando por la pérdida de democracia y el aumento de los homicidios ilegítimos en Brasil y las represiones violentas de Honduras… Por no hablar del Estado español con represiones continuas a la libertad de expresión a través de la Ley Mordaza.

Las bases de la democracia internacional se tambalean cuando las principales violaciones de derechos humanos y cívicos se perpetran desde las fuerzas del Estado. Por eso hoy se hace imprescindible la condena de la comunidad internacional ante lo que está ocurriendo en Nicaragua.

Desde el 18 de abril Estado reprime de forma desproporcionada y violenta la voz de la ciudadanía. Se habla hoy de hasta 63 muertos según la Comisión Permanente de los Derechos Humanos (CPDH). Muchos de ellos estudiantes menores de 24 años. Algunos jóvenes han sido encarcelados y liberados sin ningún proceso legal, de otros aún no se sabe.

No es la primera vez. El año pasado la represión contra las movilizaciones indígenas y de campesinos contra la construcción del Gran Canal Interoceánico dejaron más muestras de la falta de respeto a la libertad de movilización y expresión social por parte del Estado. Al igual que durante las elecciones municipales de noviembre de 2017 que se cobraron seis muertos y decenas de heridos por balas de gomas y balines utilizadas por la Policía Nacional. Tampoco es nuevo. Desde hace ya demasiados años, la Nicaragua libre a la que cantaba Carlos Mejía ha desaparecido. La falta de separación e independencia de los poderes han convertido al Gobierno de Nicaragua en un Estado autoritario y dictatorial basado en el debilitamiento de las instituciones públicas y la obstaculización de la participación ciudadana.

“Hasta hoy, todo es triste y condenable: decenas de muertos, ojos perdidos de estudiantes; incontables heridos, presos y secuestrados; golpizas de adultos mayores; golpes, robos de cámaras a periodistas y de celulares a manifestantes; disparos, piedras y destrucción de recintos universitarios; bombas lacrimógenas afectando a estudiantes, transeúntes y vecinos; turbas orteguistas tomándose lugares públicos para coartar el derecho a manifestarse; varios canales de televisión censurados, y el Canal 63 (100% Noticias) clausurado hasta hoy; saqueos de comercios”. Cuenta nuestro compañero Onofre Guevara en la Revista Confidencial de Nicaragua.

Cada uno de esos muertos, es un muerto de todos y todas. Mueren defendiendo nuestra libertad de expresión, pilar de nuestras democracias.

Pero la historia se presenta de nuevo como esa esa “paradoja andante” de Galeano en la que cuanta más represión recibe el pueblo latinoamericano más se mueve. América Latina sufre un proceso de transformación política y de deterioro de los Derechos Humanos que no puede pasar desapercibido pero también está siendo testigo de las más grandes movilizaciones. Desde las que se han vivido diariamente en Brasil tras el golpe de estado de Temer hasta las movilizaciones internacionales contra el machismo y el patriarcado encabezadas por la campaña Ni una Menos.

Las movilizaciones de hoy en Nicaragua son el resultado de 10 años de decadencia democrática, de decadencia de Derechos y libertades. Una decadencia que tanto por lenta como por teñida de mensajes revolucionarios parecía no estar dejando huella. “Estamos ante un fenómeno político sorpresivo para el gobierno y para muchos nicaragüenses. Para el gobierno, porque confió en su propaganda y en una popularidad de los Ortega-Murillo en encuestas pagadas por ellos mismos; para el resto de los ciudadanos adultos, porque en su mayoría creía que la pasividad de su generación ante los abusos del poder, era compartida por la juventud. Todos nos equivocamos, por no pensar en que no hay proceso de lucha estancado, sino en aparente receso” dice Onofre Guevara en el artículo recién mencionado. Hoy el pueblo nicaragüense es de nuevo “un pueblo sencillo que unido es un volcán” y la comunidad internacional tiene la obligación de condenar la represión del Estado, exigir castigo para aquellos que han ordenado disparar contra los estudiantes y clamar por la vuelta a una Nicaragua libre y democrática.

Cristina Porras, Responsable de comunicación de InspirAction   

 

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