Erma tiene 25 años, pertenece al pueblo guaraní de la República de Paraguay.
El pueblo guaraní, como muchos otros pueblos indígenas de América Latina, está siendo excluido de su tierra y perdiendo los recursos que ésta les proveía. Sus bosques ya nos son capaces de abastecer a toda la población. Los/as guaraníes son un pueblo profundamente espiritual, buscan insaciablemente ‘la tierra sin mal’ donde la gente vive libre de dolor y sufrimiento. Por ello, intentan evitar el contacto con las personas ajenas a su pueblo, tradición impuesta especialmente a las mujeres.
Las guaraníes representan en sus comunidades los roles tradicionales de crianza, labores domésticas, apoyo en los cultivos y artesanías. Tanto hombres como mujeres han declarado a lo largo de la historia que no existían conflictos a causa de sus diferencias, y que si así habían vivido durante siglos en armonía y paz, no había motivos para cambiar.
Erma se cruzó en nuestras vidas en 2005, el año que comenzamos a desarrollar junto a ella y su comunidad un programa de desarrollo integral. Desde el principio, Erma comenzó a demostrar su aptitud para el liderazgo y empezó a acompañar al grupo de líderes hombres que representaban a sus comunidades ante las instituciones del Estado. Comenzó a captar aquellos espacios de participación con el fin de redefinir los intereses de las mujeres de su comunidad. Se preguntaba: ¿por qué no?, ¿por qué yo no puedo ser líder?, ¿por qué yo no puedo hablar castellano o exigir que me entiendan en mi propia lengua?, ¿por qué yo no puedo vender mis productos directamente?
Durante siglos, los hombres han fundamentado estas preguntas basándose en el argumento de la protección de sus mujeres del mundo exterior.
Como Erma, otras mujeres de su comunidad han decidido expresar sus deseos de cambio. Probar por ellas mismas, protegidas quizás de otra forma que no sea la del poder masculino, sino la del derecho universal a la igualdad.
El camino no es fácil, pero ya han comenzado a ser parte de la deshidratación de hierbas medicinales en equipos solares y a comercializar los productos propios de su cultura. A una escala reducida, se han enfrentado al contacto directo con el público no indígena.
Todavía queda mucho por recorrer. Pero en un día como hoy, nos gustaría hacer visibles a todas esas mujeres anónimas, invisibles, que se preguntan, que contradicen, que se rebelan, que se atreven a ser diferentes, que trabajan jornadas eternas, que se dedican en cuerpo y alma por cambiar el curso de lo establecido.
A todas ellas, gracias.