El mundo 2014. En Jordania, una niña siria de trece años es casada contra su voluntad con un hombre diez años mayor que ella para aliviar la situación económica de su familia. En Irlanda una mujer muere porque la legislación no le permite interrumpir un embarazo de riesgo. En Bolivia una mujer indígena camina durante horas para llegar a la clínica más cercana para dar a luz. Y en Camerún una mujer con cinco hijos quiere prevenir el siguiente embarazo pero no tiene acceso a anticonceptivos.
La pobreza no es sólo, o incluso principalmente, un concepto económico. La pobreza está íntimamente relacionada con la falta de poder de decisión sobre nuestras propias vidas y cuerpos. Es no tener oportunidades ni poder elegir. En este sentido, la violación de los derechos sexuales y reproductivos es a la vez causa y consecuencia de la pobreza y su pleno ejercicio un requisito indispensable para poder acabar con ella.
Las cifras, aunque conocidas, no pueden dejar indiferente a nadie. Más de 60 millones de niñas en el mundo están casadas, 1 de cada 3 contra su voluntad. 47.000 mujeres al año pierden la vida debido a abortos inseguros – la inmensa mayoría de ellas en países donde el acceso a abortos legales y seguros está restringido por ley. 800 mujeres mueren cada día por causas prevenibles durante el embarazo y el parto y 220 millones de mujeres carecen de acceso a métodos anticonceptivos eficaces a pesar de querer evitar el embarazo.
Lo que se esconde detrás de estas cifras tiene consecuencias económicas y sociales incalculables, no sólo a nivel individual, sino para la sociedad en su conjunto. Una niña que se hace madre a los 14 años difícilmente puede seguir con los estudios o incorporarse al mercado laboral. Una pareja pobre con más hij@s de l@s que desea tener no logra hacer frente ni a los gastos más básicos y aún menos invertir en la educación y salud de l@s niñ@s. Y una mujer que muere en el parto es, sencillamente, irremplazable.
Se han hecho avances significativos durante las últimas décadas, pero la realidad es que son insuficientes y la agenda de la salud y los derechos sexuales y reproductivos sigue siendo en gran medida inacabada, con serias amenazas de retrocesos por parte de los fundamentalismos más recalcitrantes. Ahora es el momento de actuar. Estamos ante una oportunidad única. El año que viene los gobiernos del mundo se reúnen para definir la nueva agenda post-2015 y si queremos lograr un desarrollo justo, equitativo y sostenible una de las prioridades tiene que ser garantizar la salud y los derechos sexuales y reproductivos para tod@s.
Esperemos que los gobiernos estén a la altura del reto. Porque yo sueño con otro mundo. Un mundo en el que una niña de trece años acaba sus estudios y tiene libertad para decidir si quiere casarse o no. Un mundo en el que una mujer tiene derecho al aborto legal, seguro y accesible. Un mundo en el que una mujer indígena acude al centro de salud de su comunidad para dar a luz de la forma más cómoda. Y un mundo en el que una madre de cinco hijos tiene acceso fácil a métodos anticonceptivos si no quiere aumentar la familia. Porque poder decidir sobre nuestros propios cuerpos: #EstoSiEsRiqueza.
Sandra Johansson, Coordinadora de Derechos de las Mujeres en Alianza por la Solidaridad