No hay mayor riqueza que las oportunidades que te brinda una educación de calidad. Si en el pasado la riqueza y el poder estaban asociados directamente con la acumulación de mercancías y la explotación de recursos, hoy día, todos y todas estamos de acuerdo que la forma más importante de la riqueza en nuestras sociedades es el capital humano: el conocimiento, el esfuerzo, las relaciones, los vínculos, la creatividad, etc.
Sin duda la educación es una fuente de riqueza en la medida en que da mayor acceso al trabajo, permite obtener empleos mejor remunerados y amplía la capacidad económica de familias, comunidades, países, etc. pero, sobre todo, es importante en la medida en que es capaz de cooperar en favor de nuestros derechos y de nuestra calidad de vida.
Por tanto, queremos enfatizar la riqueza de la educación, además de como motor económico, como herramienta de transformación y justicia social. La auténtica vida se escapa a la relación comercial, tiene que ver con los vínculos, con las relaciones humanas, con los lazos comunitarios, con la idea de compartir, con la capacidad de dar sin generar expectativas sobre lo que recibiremos.
Esa educación, la que es transformadora, es la que debemos celebrar y la que debemos demandar para todas las personas del mundo. Hoy día, esta riqueza de la educación está muy mal repartida, y tanto el acceso como la calidad del aprendizaje es muy desigual según zonas, regiones o colectivos a los que nos refiramos. Así lo denuncia el informe de Entreculturas “Equidad e Inclusión: Una educación que multiplica oportunidades”, el cual subraya como todavía 250 millones de niños y niñas ven vulnerado su derecho a recibir una educación de calidad, bien porque no tienen acceso a la escuela o porque la abandonan tempranamente o porque la calidad es tan deficiente que no adquieren los aprendizajes básicos que les permitirán desenvolverse en la vida.
Bien sabemos que existe un camino de doble sentido: la desigualdad genera inequidad en el acceso a la educación, y también la ausencia de una educación de poca calidad es generadora de pobreza y desigualdad. Por ello, creemos que una educación de calidad es una forma de riqueza, que permite a los niños y niñas desarrollar su potencial y, posiblemente, romper con ese círculo de pobreza al que se verían rezagados sin ella.
Por este motivo, desde Entreculturas apostamos por una educación pública y al servicio del bien común, inclusiva, universal, gratuita, abierta a todos y a todas, por su valor en la lucha contra la pobreza y la exclusión social y apostamos porque la nueva agenda internacional del desarrollo post 2015 la considere como una prioridad, como la mayor riqueza que podemos ofrecer a la ciudadanía de nuestro planeta.
José Manuel Moreno, Fundación Entreculturas