Del blog del Llamado Mundial a la Acción contra la Pobreza http://www.whiteband.org/es/news/paul-okumu-value-of-a-life
¿Vale una vida menos en un país que en otro? Pregunta Paul Okumu mientras explora por qué existen aún más de 190 conflictos que ponen en peligro vidas de personas y a comunidades por todo el mundo… y por qué no hay una mayor indignación al respecto.
¿Si 1.5 mil millones de personas no importan, entonces quién importa?
En los pequeños viajes que he realizado a los países “desarrollados” de Europa, Norte América y algunas partes de Asia y América Latina, he encontrado un denominador común:
Las personas valoran la vida.
Cada vida.
Cada una de forma individual.
Las personas en estos países no hablan de números. Hablan de nombres y de relaciones por cada una de las vidas que se pierde. Me maravilla en valor que se añade a la vida, el cómo una sola vida perdida lleva a un país entero a las lágrimas y suscita toda una cadena de respuesta de la comunidad a nivel nacional. Pero no acaba ahí. La búsqueda de respuestas cuesta lo mismo, o más.
Así que, ¿por qué es que la vida de millones de personas afectadas por conflictos – padres, madres, niños y niñas – parece no importarle al mundo?
Mientras lees esto, mujeres, hombres y niños/niñas en 59 países son incapaces de llevar su vida con normalidad producto de la inseguridad producida por 190 conflictos. A día de hoy, sólo en los continentes Africano y Asiático, 34 gobiernos están divididos entre la necesidad de atención al bienestar de su ciudadanía o la inversión en recursos para atender a los conflictos, los cuales son ampliamente internacionales y casi siempre vinculados a la codicia política o corporativa.
La naturaleza de los conflictos violentos ha cambiado dramáticamente en las décadas recientes. La forma predominante de conflicto violento ha evolucionado de ejércitos nacionales batallando entre sí a un sinnúmero de pequeñas guerras sin frentes, sin campos de batalla, no hay zonas de conflicto claro, sin distinciones entre combatientes y civiles.
Tristemente, casi todos los países afectados por conflictos tienen también un denominador común: extensos recursos naturales. De hecho, muchos podrían producir suficientes alimentos para alimentar a toda su población… y quizás al resto de nosotros también. Pero tienen recursos de los que no pueden disfrutar y escuelas a las que no pueden acudir. Civiles inocentes están atrapados en una red de codicia corporativa, política, explotación de recursos naturales, conflictos ideológicos y una gobernabilidad muy pobre.
El desarrollo es imposible sin paz, así como la paz es imposible sin el desarrollo.
Basta con preguntar a una madre, que lucha por alimentar a sus hijos a la vez que se pregunta si es seguro o no mandarles a la escuela o llevarles al hospital. O preguntar a un joven – dividido entre la búsqueda de trabajo en una ciudad propensa a los conflictos o para permanecer en el campo empobrecido, donde el gobierno ni siquiera se ha pensado establecer un suministro de electricidad.
La habilidad de la sociedad para vivir en paz, seguridad y tener protección no es sólo un derecho fundamental, es también fundacional de cualquier agenda de desarrollo. Ninguna sociedad, por muy desarrollada o dotada que esté, puede desarrollarse en un ambiente de miedo, inseguridad y estructuras fallidas. Un conflicto puede hacer retroceder a una sociedad entre 15 – 20 años, tal y como el Banco Mundial nos recordó en el Informe sobre el Desarrollo de 2011.
El conflicto agudiza la pobreza. La pobreza generalizada y la desigualdad aumentan la amargura y la desesperación. Las violaciones de los derechos humanos perpetúan el miedo y el odio, poniendo en peligro la paz y el desarrollo. Es un círculo vicioso que no podemos permitir que continúe – por el bien de nuestra sociedad. La paz y el desarrollo requieren el respeto de los derechos humanos y del Estado de Derecho.
Tenemos que sentarnos y honestamente reflexionar sobre lo que estamos diciendo a las/os niñas/os y las madres y los padres que viven en zonas afectadas por el conflicto.
Como sociedad civil, pedimos que el mundo reflexione sobre el daño que estamos haciendo al creer que el conflicto es algo que sólo sucede a otras personas. Nuestros mayores saben mejor: “una isla de riqueza en medio de un mar de pobreza pronto contamina la isla”, dice un proverbio africano. Los déficits en un país impactan a los demás países, ya sea a través de los vínculos económicos y financieros, las migraciones, las personas refugiadas, las personas desplazadas, el terrorismo, la piratería, el crimen organizado, narcotráfico, trata de personas o el tráfico de armas. La progresiva globalización aumenta la probabilidad de esos efectos transfronterizos.
Por todas estas razones, es imperativo que la agenda de desarrollo Post-2015 esté centrada en la paz, la seguridad humana y la libertad del miedo. Deberíamos apuntar a que la justicia y la prosperidad sean una realidad para todo el mundo, no sólo porque sean fundamentales – porque lo son – sino también porque nosotros respetamos la vida y la decencia.
Paz y seguridad, desarrollo y derechos humanos son los pilares centrales del sistema de Naciones Unidas y la fundación para el bienestar y seguridad colectivos. Así que, ¿por qué no lo son también de una agenda de desarrollo liderada por Naciones Unidas?
Para este propósito, la agenda post 2015 debe fomentar:
- instituciones funcionen y respondan a las necesidades de las personas, con dignidad y justicia social
- mecanismos de apoyo para países que están enfrentándose a luchas por el control de recursos
- rendición de cuentas por todos los actores del desarrollo
- participación efectiva de la ciudadanía en los asuntos del Estado
- creación de empleo y justicia económica
- estructuras sistémicas que permitan la seguridad humana y la cohesión social
- diálogo inclusive entre el Estado y la Ciudadanía
- un ambiente en el que la gente pueda vivir en libertad y disfrutar de la propiedad y el control de sus propios recursos
La paz y la seguridad importan en una agenda post 2015, no por 1.5 mil millones de personas.
Importan porque cada vida importa.
Y si perdemos esta oportunidad, vamos a retroceder en los avances de los últimos 20 años.
Todo porque nos dejó de importar una vida… y sí, también 1.5 mil millones de personas.
Paul Okumu lleva la Secretaría de la Africa CSO Platform on Principled Partnership (ACP) y es miembro del Grupo Básico de la Plataforma de la Sociedad Civil en la Construcción de la Paz y del Estado. Aprenda más acerca de cómo la paz y la seguridad humana deben integrarse en la agenda post-2015 en este documento que Paul envió al Panel de Alto Nivel de Naciones Unidas. También puede respaldar la declaración aquí.