El wallapop de Mariano

El wallapop de Mariano

No uso Wallapop, pero, como la mayoría de quienes estéis leyendo esta primera línea, sé para qué sirve. No es el tema del post, pero llama la atención cómo ha conseguido convertir la segunda mano en algo “cool”, muy lejos de ideas como que comprar lo que otra persona había usado era de “pobres” o de “perroflautas solidarios”. Curiosa su contribución a algo que huele a fomento del consumo responsable, aunque el sistema, como suele hacer siempre, lo absorbe todo y cada vez estemos más en “compra de todo que ya si eso lo vendes” que “compra poco que así salvaremos el planeta”.

Vuelvo al tema central del post. Conocemos de sobra el eslogan de Wallapop: “si no te gusta, súbelo”. Es decir, que cojas cualquier cosa que hace años que no usas, que tienes olvidada en el altillo, el fondo de un armario, el garaje, el sótano, el trastero o cualquier lugar al que no sueles acceder con frecuencia y lo pongas en su aplicación para ver si alguien lo quiere. Es decir, es una herramienta para deshacerse de trastos, armatostes, cachivaches, chismes y bártulos. Concretamente de la sopera y cuencos pintados a mano que te regalaron tus suegros cuando te casaste, los patines que un día te compraste pensando en que a partir de ese momento irías por la ciudad sobre ruedas y que no te has puesto ni una sola vez, la guitarra que aquel verano empezaste a tocar pero que la última vez que afinaste fue en agosto de 1997, o la bicicleta estática con la que ibas a hacer kilómetros y kilómetros porque tú no eres de los que van al gimnasio. Cosas típicas de casas de la gente de a pie.

Pero, imaginad por un momento: ¿qué subiría Mariano Rajoy si tuviera Wallapop? ¿Algún regalo de Elvira desacertado? ¿Sobres? ¿Un disco duro borrado chorrocientas veces? ¿Algo que se dejó Zapatero olvidado en Moncloa el día que se mudó? ¿Algún recuerdo de Aznar? ¿La última foto con Ignacio González?

Podría ser, pero no. Lo más probable es que subiera cualquiera de las políticas que tienen que ver con lo social o con el medio ambiente. Si pudiera (creedme, lo he intentado pero te lo bajan) subiría la Ley de Dependencia, la política de cooperación o la lucha contra el cambio climático. Para el gobierno que preside esos son los trastos de los que deshacerse: el planeta y las personas, especialmente los más vulnerables. Y si no me creéis, ahí van algunos ejemplos del proyecto de Presupuestos Generales del Estado para este año que he ido recopilando en los últimos días:

– Cooperación al Desarrollo: Entre 2008 y 2015 el presupuesto para la solidaridad internacional ha caído un 73,5%, quedándose este año en el 0,13%, muy lejos del 0,46% de 2009.
– Cambio climático: el presupuesto para la prevención del cambio climático ha caído desde los 49,5 millones de 2016 a los 27,6 de este año.
– Dependencia: aunque esta partida ha aumentado en 100 millones respecto a 2016, el recorte acumulado desde 2011 asciende a 3.000 millones de euros.
– Memoria Histórica: en 2017 cero euros a este tema. Igual que en 2013, 2014, 2015 y 2016.
– Sanidad: el presupuesto de sanidad aumenta un 2,3% (4.093 millones), aunque se queda lejos de los 4.263 millones que se destinaron en el año 2011.
– Educación: el presupuesto de educación asciende a 2.525 millones (una subida del 1,7%), muy lejos de los más de 3.000 que se destinaban antes de los años de los recortes.
– Parques Nacionales: el presupuesto destinado a la Red de Parques Nacionales se reduce un 23%, quedándose en 33 millones de euros, muy lejos de los 47 de 2015.

Os dejo los datos en formato imagen por si os gustan más.

Por tanto, presupuestos ni sociales ni ambientales. Y eso que hemos ratificado el Acuerdo de París y la economía va viento en popa según nos cuentan. Si es que nos encanta quejarnos.

¿Y qué hacemos? Si os digo la verdad, no tengo ni idea (más bien nada nuevo que no se haya dicho hasta ahora). Si alguien tiene la respuesta o cree tenerla que lo diga, o quizá el próximo sábado, en Futuro en Común, surja alguna idea. Ojalá.

 

Jorge Castañeda, activista

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