Miquel Carrillo, Presidente de la Federación española de Ingeniería Sin Fronteras.
A la coherencia de políticas puede pasarle lo mismo que al resto de conceptos de la terminología que usamos (y de la que abusamos) en el mundillo de la cooperación. Ya saben, ese conjunto de palabrotas que hay que decir para estar en el mainstreaming y que todo el mundo establezca sinergias contigo, en un marco conceptual de consenso, con apropiación, empoderamiento, sostenibilidad, una rodajita de limón y mucho hielo en el vaso, o algo así. Y sobre todo para que te aprueben proyectos en la convocatoria de turno, que es de lo que se trata, al fin y al cabo.
Desde luego, el primer problema es definir de qué hablamos cuando discutimos sobre coherencia de políticas: ¿nos quedamos con la porción transparente (por su grosor, no se hagan ilusiones) de la cooperación o aspiramos a considerar todo el pastel?
Viendo las prácticas fiscales de algún ex ministro, diríase que sí, que si hablamos sólo de ayuda oficial al desarrollo, la coherencia era esto, la teníamos delante y no lo sabíamos. Que uno de los instrumentos estrella de nuestra escuálida cooperación, el FONPRODE, sea denunciado por el Tribunal de Cuentas por la utilización de paraísos fiscales para su funcionamiento, dice mucho al respecto. Sin entrar tanto en el detalle de los estados contables de nuestros aspirantes a dirigir el Banco Mundial, la sensación general es que los esfuerzos y la orientación en política exterior están más por construir una sólida Marca España, comercialmente hablando, que por pedir explicaciones sobre las implicaciones que tiene nuestra economía con la eventual supervivencia de este mundo y de las personas que habitamos en él. La AOD española es coherente, vamos, pero no con lo que ONG y movimientos sociales quisiéramos.
Si abrimos el foco, el panorama ya es esperpéntico, sobre todo por la insistencia en tomar a la ciudadanía por estúpida. Un ejemplo: ¿en qué contribuye un gran acuerdo comercial con los Estados Unidos, como el TTIP, a la sostenibilidad? Por supuesto, mucho, pero con un signo menos delante. Fomentar el trasiego de arenas bituminosas y más combustibles fósiles o de alimentos producidos a miles de kilómetros de su punto final de consumo, no parece que esté orientado a reducir las emisiones de CO2 y atajar el cambio climático. Uno se imagina que existe alguien revisándose las estrategias políticas para que se alineen (no se me había olvidado el argot, descuiden) y tengan sentido, antes de convertirse en leyes y aparecer en el BOE. Y sí, lo hay, pero tiene un despacho en alguna lujosa sede del oligopolio energético, y se encarga de que la coherencia viva en su barrio. O si no vean el impuesto al sol que nos han colocado, por encima de todas las denuncias de inversores internacionales ante el CIADI. Pero, ojo, hemos firmado el Acuerdo de París, somos un país serio. Un país líder en exportación de armas que va a poner todo de su parte para conseguir la paz en Siria, el mundo y hasta Andrómeda, acoger a los refugiados y lo que haga falta, según nos contó el Jefe de Todos los Ejércitos el otro día en la ONU.
Cuando alguien se pone a echar cuentas sobre cómo estamos realmente (para algo tenían que servir los indicadores, sí), en España sólo aprobamos el de Igualdad de Género. De 36 países de la OCDE, nos estamos jugando el play-off de descenso de los ODS en el puesto 24. Eso con 57 mujeres asesinadas al año y una violación cada ocho horas, no quiero ni pensar cómo estarán los países que suspendan en esa materia también.
La coherencia no es sólo una cosa del Estado, qué va, y a veces las situaciones se trasladan, cambiando la escala. Después de leerse el manual de los ODS, algunos ayuntamientos se han puesto el reto de impulsar la coherencia de políticas desde sus concejalías de solidaridad, una mirada que afortunadamente quiere superar la tradicional cooperación municipal de brigadistas de verano. Un momento: ¿pero esto no iba de ayudar a los pobres? Un proyectito con la ONG de siempre y listo, que no molesten más, ¿no? ¿Qué tiene que ver la compra pública responsable con el Congo? No entiendo por qué tenemos que consumir productos de proximidad, la verdad. ¿Cambiarnos de banco en el ayuntamiento sólo porque invierten en industrias armamentísticas? Esto de la coherencia es muy cansado, querido alcalde.
La pregunta es si desde algo tan pequeño como la cooperación tenemos capacidad de generar cambios tan profundos, aunque sea comenzando por el más pequeño de los municipios. La otra pregunta, con algo de perspectiva y honestidad es si en realidad no sabíamos ya que si en esa mirada de conjunto, estábamos perdiendo el tiempo, a salvo en nuestra zona de confort, hablando el idioma de nuestros financiadores. Y la tercera es si no será por eso que nos habíamos quedado tan solos en las manifestaciones, porque nuestro negociado ni lo entendía ni le interesaba a nadie.
Reclamar la coherencia de políticas es, sobre todo, salir a campo abierto, sin tapujos ni parapetos ni miedo a caer (figuradamente) con la primera flecha, como en las películas de vaqueros. Ya es hora de ser muchos indios y de que ganemos algo en esta vida, además de palmaditas en la espalda.
Como todos los años por estas fechas, saldremos a las calles para reclamar un sistema que no genere pobreza y desigualdad.En esta ocasión, lo haremos de la mano de organizaciones de la sociedad civil, sindicales, campesinas y activistas de base que se oponen a los tratados comerciales que se imponen en todo el mundo. Del 10 al 21 de octubre unámonos a las marchas y a las manifestaciones masivas, y organicemos acciones locales por todo el Estado y por toda Europa. ¡Que no se quede nadie atrás! ¡Exigimos soluciones basadas en derechos! Busca tu cita aquí: Semana contra la Pobreza.