Asistimos a un progresivo debilitamiento del Estado de bienestar y de la protección de lo público. Los recortes que se están realizando atentan contra los derechos humanos, debilitan la protección que el Estado le debe a la ciudadanía y dinamitan un sistema construido gracias a largas luchas sociales. Entre las políticas sociales recortadas, se encuentra la cooperación al desarrollo que no sólo ve como sus presupuestos adelgazan a pasos agigantados, sino que además, comienza sufrir un cambio en el modelo del propio desarrollo. Se apuesta por el crecimiento económico y se abren las puertas a nuevos actores de la mano de las alianzas público-privadas que delegan a las ONGD y, por tanto, a la sociedad civil, a un segundo plano
Como en el caso del recorte en cualquier otra política social, las consecuencias de estas decisiones golpean directamente a las personas. Proyectos desarrollados durante años están en peligro; algunas ONGD, de hecho, ya se han visto obligadas a cerrar algunos de ellos. A lo largo de mucho tiempo, mano a mano con las poblaciones locales, hemos conseguido importantes logros que ahora pueden verse truncados.
Está demostrado que las políticas coherentes, transparentes, inclusivas, con un enfoque social y no economicista, que parten de la base de la participación de la sociedad civil dan resultados. Logros bien encaminados que demuestran que “Es Posible”. Hay otras formas de hacer las cosas.
Aquí comenzamos una serie con las caras de esos proyectos, con las personas que les dan sentido, sus historias, sus logros, sus proyectos… esas personas, esas comunidades que se ven directamente afectadas por esos recortes.
Esto es lo que nos cuentan:
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