Contra la desigualdad obscena: una economía al servicio de las personas y del planeta

En las últimas décadas se ha dado una intensificación del proceso de globalización neoliberal. Las interacciones tanto económicas, sociales, medio-ambientales, como culturales han aumentado en número y en velocidad, y esto ha supuesto que la dependencia entre países haya crecido, haciendo que las fronteras entre los mismos se vuelvan más difusas: lo que ocurre en un país tiene consecuencias en otros territorios y al revés, lo que sucede más allá de sus fronteras también les afecta. Podemos pensar por ejemplo en el recorrido geográfico de la última crisis financiera o el cambio climático.

A su vez, vemos cómo el mantra de esta globalizalización es «crecer para desarrollarse», dando por hecho que el crecimiento económico generará desarrollo y que el aumento de la riqueza se irá filtrando en beneficio de todas la personas. Pero la evidencia demuestra lo contrario.

Los ricos son cada vez más ricos

El neoliberalismo y sus políticas de desregulación y liberalización económica, han contribuido a la expansión de las grandes corporaciones y élites económicas que cada vez tienen más poder y contribuyen a que la desigualdad se incremente a niveles obscenos. Así, los ricos son cada vez más ricos. Tan sólo 8 hombres concentran tanta riqueza como la mitad más pobre de la humanidad y el 10% más rico de la población se queda hasta con el 40% del ingreso mundial total. A su vez, el 10% más pobre obtiene sólo entre el 2 y el 7% del ingreso total.

La reducción de la desigualdad exige un cambio transformador, y esto sólo será factible a través de la transformación del modelo económico actual. Así pues, se hace imprescindible un modelo económico que ponga a las personas y al planeta en el centro y que garantice la redistribución de la riqueza a través de una política fiscal internacional justa, la lucha contra los paraísos fiscales y creando  organismos y mecanismos de control para la gobernanza global.

Es precisamente en este cambio de modelo donde la economía social y solidaria (ESS) puede jugar un papel relevante. Más allá de que la ESS haga referencia a organizaciones y empresas con objetivos sociales y medioambientales explícitos, su importancia radica en que constituye un enfoque transformador del desarrollo que implica patrones de producción, consumo, distribución de los ingresos y los excedentes, y relaciones sociales y laborales diferentes, que da a las personas, sus necesidades, capacidades y trabajo un valor por encima del capital y de su acumulación, y propone un modelo socioeconómico más redistributivo y equitativo.

Economía Social y Solidaria como alternativa

La ESS como movimiento social se construye sobre la relación entre lo local y lo global y su principal reto es tratar de que diferentes experiencias logren contribuir a la transformación social. Así, la ESS, junto con las aportaciones de otros movimientos sociales y económicos críticos, busca construir un modelo social, económico y político alternativo, post-capitalista.

Además, desde la economía social y solidaria se trata de incidir sobre la comunidad internacional para que, frente a la lógica del capital, la mercantilización creciente de las esferas públicas y privadas y la búsqueda del máximo beneficio, se construyan relaciones de producción, distribución, consumo y financiación basadas en la justicia, la cooperación, la reciprocidad y la ayuda mutua, tratando de conseguir una mayor justicia global.

Eba Armendáriz Echániz y Freest Saralegui Harries, de Econosmistas sin Fronteras

 

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