La educación puede evitar 200 millones de refugiados medioambientales

Se estima que en la actualidad, 19 millones de personas son “refugiadas medioambientales”: personas que se ven obligadas a migrar o ser evacuadas de su región de origen por cambios rápidos o a largo plazo de su hábitat local (como consecuencia de sequías, desertificación, subida del nivel del mar o fenómenos climáticos de temporada). El aumento de la movilidad por razones ambientales ya ha provocado migraciones mayores que las originadas por los conflictos armados. A pesar de que se prevé que esta situación se agrave y llegue a afectar a 200 millones de personas en el año 2050, en la actualidad no existe reconocimiento explícito, a nivel nacional ni internacional, de la figura de “refugiado medioambiental o climático”. Su protección es por ello compleja.

Aunque se han invertido grandes recursos para determinar los efectos meteorológicos y económicos del deterioro medioambiental y cada vez hay mayor conciencia de que un medio ambiente sano es indispensable para la calidad de vida del individuo y para lograr un desarrollo sostenible, todavía no se han abordado las consecuencias concretas que esta crisis socioambiental tendrá sobre la población. Los países en desarrollo están más expuestos a estas consecuencias debido a que sus poblaciones dependen del clima y están menos preparados para sus efectos, por lo que gran parte de los “refugiados medioambientales” provienen de Asia y América.

De hecho, estos movimientos ponen en serio peligro el cumplimiento de algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (establecidos ahora hace un año) como el de la educación, especialmente la enseñanza primaria universal. A pesar de que el derecho a la educación es universal, los niños y niñas refugiados tienen cinco veces más probabilidades de quedarse sin escolarizar que los no refugiados. Y es precisamente para las personas y los colectivos más vulnerables, para los que la educación adquiere especial relevancia, porque constituye una herramienta para la prevención y la mitigación en casos de desastres y mejora la resiliencia de las comunidades y personas ante los efectos de la degradación medioambiental. Los “refugiados climáticos” constituyen un problema mundial y es necesaria una acción colectiva para dar respuesta a un problema que va en aumento.

Desde Entreculturas estamos convencidos de que una educación de calidad protege al planeta y es clave para la transformación hacia la justicia social y ambiental. Tal y como señala nuestro reciente informe “La Tierra es nuestra mejor escuela”, la educación debe contribuir activamente a la construcción de una conciencia crítica, que cuestione el modelo de desarrollo y que posibilite la transformación a modelos más sostenibles, equitativos y pacíficos. Además, la educación de calidad, inclusiva, equitativa, con enfoque de género y de sostenibilidad capacita a las personas y a las comunidades para una mejor gestión de los recursos de la Tierra y una relación más respetuosa con la naturaleza y los seres vivos, ayuda a construir nuevos modelos de producción y consumo, mejora la resiliencia ante los desastres naturales y el cambio climático y contribuye a articular una ciudadanía global que ponga en marcha los cambios necesarios para un futuro de justicia y sostenibilidad.

Pidamos a la comunidad internacional que reconozca el papel primordial de la educación en esta lucha contrarreloj para frenar la crisis medioambiental a la que nos enfrentamos y no dejemos a nadie atrás. Únete a las actividades de la semana contra la Pobreza.

Alma Martín Pérez-Entreculturas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.