Articulo publicado originariamente en El Punt Avui del dia 30 de Agosto
Era muy difícil hacer una manifestación unitaria, contra el terrorismo, en una sociedad compleja y tensionada por muchos factores. Tensionada por el proceso independentista y todas sus derivadas, como por ejemplo la tensión entre las diversas policías, tensionada por los intereses de la prensa y de los partidos políticos, y tensionada por la realidad social. Considerando todas las tensiones y las diferentes lecturas interesadas y sesgadas que se han hecho, desde la sociedad civil hay que considerar un auténtico éxito la manifestación de sábado.
La manifestación ciertamente tuvo un punto de indisciplina en relación con los rituales colectivos anteriores. Lamentablemente nos hemos acostumbrado tanto a los atentados que reproducimos miméticamente la gestión policial, periodística y emocional que hacemos, como reproducimos las franquicias de grandes empresas al centro de todas las grandes ciudades. No hay que hacer nada para demostrar que estamos en contra del terrorismo. Es evidente que aquí existe un 99,9% de la población en contra. Las velas, las flores, los peluches, los carteles… son más útiles para dar salida a la necesidad interna de expresar lo que sentimos y hacer el luto particular, que necesarios para condenar los hechos. Por eso en la manifestación la ciudadanía ha querido ir más allá de expresar este luto y apuntar responsabilidades y pedir cambios de políticas y de actitudes.
No es esto lo que han transmitido los medios. Todos los análisis han focalizado la mirada en una sola tensión: la nacional. Y a pesar de que ésta no se puede negar, más que banderas de uno u otro color había carteles, gente vestida de azul con mensajes y gestos que no provenían ni de los sectores constitucionalistas ni de los independentistas, sino del sector social. Procedentes de cerca de 200 entidades de las cuales, la gran mayoría eran gente de base comprometida desde hace años con la paz, la cooperación, la defensa de los Derechos Humanos y con el “No a la guerra”. De mucha gente diversa que es consciente que es imprescindible ir más allá de la condena unánime al Estado Islámico y al fanatismo que promueven e inspiran. De mucha gente que hace análisis en clave global desde hace años y que sabe que el terrorismo no es un fenómeno ajeno a las políticas exteriores y comerciales de los países ricos. De nuestros países.
Era una manifestación de pésame, pero precisamente por respeto real y no ritual a las personas muertas en las Ramblas y a quienes han perdido la vida en todo el mundo, la ciudadanía ha ido más allá de lo que los políticos, y parece que muchos periodistas, querían. Mucha gente vivió una manifestación y al llegar a casa descubrió otra. La lucha de banderas no tocaba. Entre otras cosas porque ha invisibilizado o ha permitido malinterpretar las demandas de la mayoría de ir más allá de la condena exigiendo políticas y actitudes diferentes.
Las demandas eran ampliamente compartidas y eran básicamente cuatro: dar un mensaje contundente contra la islamofobia, denunciar las relaciones políticas y comerciales con determinados países como por ejemplo Arabia Saudí, mostrarnos contrarios a todas las políticas de seguridad en un ámbito interno o internacional que aumenten la espiral de violencia, y reafirmar nuestro compromiso con las personas refugiadas.
La gente que vestía de azul queremos apoyar a todos los musulmanes y musulmanas que se sienten acusados de una cosa tan ajena a ellos como a nosotros, pero por la cual se sienten obligados a pedir perdón. Pedir perdón a pesar de que el 80% de los ataques terroristas pasen en países musulmanes y la mayoría de víctimas sean musulmanas. No queremos que el terrorismo acabe generando más víctimas por racismo, por xenofobia y por islamofobia. Los medios, los políticos y la sociedad entera tenemos mucho camino por recorrer en este sentido.
La gente que vestía de azul queríamos recordar también que países como Arabia Saudí han sido clave para que movimientos como ISIS existan. Aunque ahora los condene. Y continuamos vendiendo armamento en este país (650 millones los dos últimos años) contraviniendo la ley de armas española, la lógica y la ética. No son armas que se hayan utilizado en el atentado, pero sí que se están utilizando por ejemplo en la guerra del Yemen y que generan sufrimiento, desplazamiento y muerte también de personas inocentes como la de las Ramblas. Queremos coherencia en el estamento político.
La gente que vestía de azul queríamos recordar que la violencia se combate con no-violencia y no con más violencia. Los atentados se han quintuplicado en todo el mundo después de la guerra de Irak. Afortunadamente, el lenguaje institucional no ha sido de venganza ni de odio, pero hay que ser consecuentes y aquí tenemos también camino por recorrer.
La gente que vestía de azul queríamos, más que nunca, que vengan los refugiados, porque actos como el del maldito jueves 17 son precisamente los que les hacen huir de su país. No podemos manifestarnos por nuestras víctimas e ignorar el resto incumpliendo la legalidad internacional. Muchos catalanes y catalanas no entenderán ni perdonarán a este gobierno el incumplimiento de este compromiso. Teníamos que acoger 17.337 refugiados y, cuando sólo quedan 27 de los 730 días que teníamos, han llegado sólo un 10,1%. Tendrían que llegar cada día 550 para cumplir el compromiso. Es un incumplimiento flagrante muy relacionado con la manifestación. Demasiado. Suficiente para entender que a muchos nos parezca que hay actitudes incoherentes y poco éticas. Con todo el trabajo hecho en el ámbito social en Cataluña y con el consenso social existente por el #VolemAcollir (#QueremosAcoger), este deseo no podía no tener su expresión después de los asesinatos de las Ramblas y a pocos días de plazo de in-cumplir el compromiso.
Y por todo esto –y no por otras cosas– hicimos desobediencia a un cierto modelo de manifestación sólo de luto y de pésame. Lástima que la mayoría de medios hayan querido obviar esta desobediencia porque no les conviene y se hayan limitado a hacer lecturas interesadas de la manifestación. Todas las políticas pueden ser políticas para la paz o para la guerra y la desigualdad. La gente que vestía de azul queremos políticas sociales, de igualdad, de paz y de acogida y refugio.