Laura López Ortiz de Fundación PROCLADE
<Leía el periódico, veía la tele, viajaba… Y la pobreza, la injusticia me dolían. Sentía rabia. Era una buena persona pero con la sensación siempre de que podía dar más, hacer más y me sentía un poco impotente. Veía «números» en las cifras de la pobreza. El mundo me parecía que estaba al revés. Yo quería poner rostro a esas cifras, que las personas recuperásemos el protagonismo, que «los derechos humanos» no fueran una utopía sino una obviedad.
Ser voluntaria de ONGD y, ahora, trabajar en ella, me ha hecho aprender a poner todo lo que soy al servicio de las personas, ha aumentado mi capacidad de imaginar, de soñar, de crear alternativas. Ha multiplicado mi esperanza, mis ganas y mi capacidad de trabajo. El mundo es muy grande y yo muy pequeña, pero trabajar en una ONGD encauza mi solidaridad y la suma a la de millones de personas en todo el mundo que trabajan y luchan por que el mundo vuelva a estar «al derecho».>