Si de verdad queremos generar un planeta habitable y construir una ciudadanía global bajo principios éticos, no podemos permitir que aún tengamos 58 millones de niños y niñas que no van a la escuela. Esta cifra es el resultado de múltiples problemáticas pero, sin duda, de la enorme desigualdad entre regiones y países que existe en el mundo. Más de la mitad de estos niños se encuentran en la región del África Subsahariana. Esto nos revela que el hecho de nacer en un determinado lugar y no tener recursos económicos, está condicionando (mucho más que el talento, el esfuerzo o los méritos personales) la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de millones de niños y niñas.
Pese a todo, es verdad que se ha avanzado en este proceso de escolarización y que cuando se fijaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio eran más de 100 millones los niños y niñas en edad escolar que no asistían a la escuela. Pero también debemos señalar que el problema del abandono temprano se ha corregido en menor medida y que todavía es un desafío para muchos países que los niños puedan terminar un ciclo de enseñanza primaria completo. De hecho, la tasa de abandono escolar temprano del 25% se ha mantenido al mismo nivel que en el año 2000. Según datos de la Unesco de 2014, en el África Subsahariana y Asia Meridional y Occidental tan sólo llegarán al último grado uno de cada tres alumnos que iniciaron la enseñanza primaria.
Es importante señalar que la educación para un país no solamente es determinante como herramienta de progreso y crecimiento económico, sino que constituye la mejor política social. Frente al avance de la desigualdad y la exclusión social que señalan los analistas contemporáneos, la educación nos ayuda a construir sociedades más justas y más cohesionadas. Por tanto, el reto del derecho a la educación es un objetivo que debe primar en todas nuestras sociedades sean del norte o del sur, sean ricas o pobres. Desplazar del sistema educativo a niños y jóvenes por falta de recursos o por ausencia de políticas de inclusión, repercutirá en unos años tanto en la economía como en el modelo de sociedad que se pretenda construir.
En la última década la tasa de jóvenes de entre 15 y 19 años que ni estudia ni trabaja en España ha subido del 7% al 13%. Un dato preocupante si pensamos que las sociedades que más han avanzado en lo económico y en lo social son las que han logrado cimentar su progreso en el conocimiento, tanto el que se transmite con la escolarización, como el que se genera a través de la investigación. Según estudios de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un año adicional de escolaridad incrementa el PIB per cápita de un país entre 4 y 7%. Por tanto la educación no debe ser entendida como un gasto, sino más bien como una inversión muy productiva, estratégica en lo económico y prioritaria en lo social.
Por otro lado, la desigualdad genera inequidad en el acceso a la educación, especialmente cuando no se garantiza que esta sea inclusiva y gratuita, pero también sucede al contrario: la ausencia de educación o una educación de baja calidad es generadora de pobreza y desigualdad. Los niños y niñas que no pueden desarrollar su potencial a través de la educación ven condicionado su futuro, viéndose condenados a una situación crónica de pobreza y exclusión. Son niños, y sobre todo niñas, de familias pobres, en zonas rurales, en países en conflicto, en situación de refugio o desplazamiento, con necesidades educativas especiales o con otros condicionantes que los hacen especialmente vulnerables.
Acaba ya la cuenta atrás que nos habíamos fijado al final de 2015 y desgraciadamente queda mucho por hacer. Por este motivo, debemos pasar de las palabras a los hechos. Existe un consenso internacional y un clamor popular que señala a la educación como el motor de la transformación de nuestras sociedades y de la realidad de nuestro planeta, pero hay que tomar medidas y políticas que se correspondan con esta situación.
Tenemos en este momento una oportunidad única para establecer un marco sólido para la educación mundial que es la aprobación en septiembre de la Agenda de Desarrollo Post-2015, que debería priorizar este tema y comprometer política y económicamente a todos los gobiernos de las Naciones Unidas. De hecho, desde la Fundación Entreculturas hemos puesto en marcha una web para recoger firmas (http://www.lasillaroja.org/firma/) donde los ciudadanos y ciudadanas manifiesten su apuesta por la educación y le pidan al gobierno español que la defienda como prioridad en la nueva Agenda de Desarrollo Global que trazará las políticas de los próximos 15 años.
Tenemos que hacer entre todos una apuesta clara por invertir en la educación que si bien no cambia directamente el mundo sí que cambia, como decía Paulo Freire, a las personas que cambian el mundo.
José Manuel Moreno, Entreculturas
Reblogueó esto en El blog de Fernando Cuevasy comentado:
Pobreza, educación, Objetivos de Desarrollo del Milenio, Objetivos de Desarrollo Sostenible
Artículo muy interesante y bien escrito. La educación es un tema clave para el desarrollo de un país, porque es la educación la que abre los ojos sobre el mar de alternativas que existen para desarrollarse. En los talleres que hicimos con el árbol de problemas y de objetivos, se vio claramente lo importante que era, porque por la falta de formación las personas no encuentran trabajo.
Encontré interesante que los ciudadanos tengan la oportunidad de participar en la elaboración de la Agenda de Desarrollo Post-2015.
Es verdad que queda mucho por hacer, pero también es importante valorar lo que se ha hecho y seguir adelante.