#Rioplus20:Puntos de vidas diferentes

Desde el mes de enero, cuando Naciones Unidas sacó a la luz el llamado “borrador cero” de la declaración final de Río+20, varias organizaciones españolas que estamos siguiendo el proceso de diálogo de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible (UNCSD en sus siglas en inglés) nos preguntamos por la posición del gobierno español y por sus propuestas. Cuando llegó el mes de mayo, lo único que sabíamos era que la postura española estaba representada por la posición de la Unión Europea, y nada más. Pero al mismo tiempo nos preguntábamos cómo era posible apoyar la posición europea y a la vez impedir en el ámbito europeo una normativa para penalizar la extracción de petróleo procedente de arenas bituminosas, mucho más contaminantes que otras modalidades; cómo el gobierno español se negaba a aceptar compromisos vinculantes en la normativa europea de eficiencia energética; por qué España había dejado de formar parte del grupo de países europeos que lideran la posición de disminuir para 2020, de manera unilateral, las emisiones de gases de efecto invernadero en un 30% en relación con los emitidos en 1990.

Cuando nos reunimos con Federico Ramos, Secretario de Estado de Medio Ambiente, antes de venir a Río de Janeiro, nos comentó que el gobierno estaba absolutamente convencido de que “el futuro será verde” y que por tanto había que apostar por caminar en esa dirección. Nos comentó que la gran aportación de España a la posición de la Unión Europea era nuestra experiencia de gestión del recurso agua y la defensa del reconocimiento del derecho al agua y al saneamiento. Nos hizo ver, cuando nos explicó el caso de las arenas bituminosas, que muchas veces en las decisiones políticas intervienen fuertes intereses económicos que las condicionan (ya lo sabíamos) y nos dijo que esperaba que en Río, pese a las divergencias, se pudiese llegar a un acuerdo razonable sobre sostenibilidad. Salimos de aquella reunión con cierto sabor agridulce, y nos preguntábamos por el sentido, en esta apuesta por el futuro verde, de las recientes decisiones políticas orientadas a incentivar el uso del carbón (uno de los mayores contaminantes) y al mismo tiempo, declarar una moratoria a las energías renovables, dificultando su crecimiento y expansión.

Rio+20 nos ha dado la oportunidad de conocer mejor la posición del gobierno español. En primer lugar tuvimos la oportunidad de reunirnos con el Presidente Rajoy en un encuentro informal con la comunidad española en Río. Allí el presidente explicó que Río+20 era un espacio privilegiado para dialogar sobre crecimiento sostenible. ¿Crecimiento sostenible? ¿No era para hablar de desarrollo sostenible? Pues efectivamente, la breve intervención del presidente nos ayudó a entender que la grave crisis económica que vive nuestro país lo permea todo, incluyendo las decisiones globales sobre el futuro de nuestro planeta. Y la solución, evidentemente, está en “crecer”. Crecer, crecer sin límites. Es la obsesión de la economía y de nuestro gobierno. Y justamente es eso lo que pone en cuestión la sostenibilidad de nuestro planeta. Lo hemos dicho muchas veces estos días. Crecer de manera ilimitada en un planeta con recursos finitos no es posible. Y cuando se camina en esa dirección, es a costa del aumento de las desigualdades y del deterioro de nuestro planeta.

 

Esa misma tarde Rajoy leyó su discurso en la Asamblea de apertura de la Conferencia de las Naciones Unidas. Anecdótico fue que por error haya sido presentado como el Presidentes de las Islas Salomón. Lo que no fue anecdótico fueron sus palabras: “El medio ambiente sólo puede preservarse si incorporamos su valor económico a nuestras decisiones. Lo que no sea viable desde el punto de vista económico no podrá sostenerse. Y a la vez, algo que no sea sostenible no será útil para el medio ambiente”. Sus palabras, para ser sincero, nos causaron estupor. Y nos descubrimos a nosotros mismos en las antípodas de estas posiciones, cuando precisamente lo que estamos defendiendo es que la economía, para ser sostenible, ha de ser viable social y ambientalmente. O en otras palabras, el desarrollo sostenible solamente será posible si éste es capaz de satisfacer las necesidades y los derechos básicos de la población mundial, respetando al mismo tiempo los límites del planeta. No es la economía la que ha de regir sobre las otras dos patas del desarrollo sostenible, sino la interdependencia e integración entre lo social, lo económico y lo ambiental.

Al día siguiente tuvimos la oportunidad de encontrarnos con Miguel Arias Cañete, Ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Nos comentó que a pesar de no estar plenamente satisfechos con la declaración final, había elementos importantes a valorar. Nos enunció cuatro: el reconocimiento de que la sostenibilidad es un equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental; sobre sociedad civil, la importancia del papel del sector privado en la implantación de la economía verde; el refuerzo del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, actualmente presidido por España); y el enunciado de unos posibles Objetivos de Desarrollo Sostenible, cuyo sentido y contenido se discutirá en el futuro a través de una Conferencia Intergubernamental. Finalmente alabó la inteligencia de la diplomacia brasileña, que a última hora tuvo la agilidad de presentar un texto sin los temas más problemáticos, y que permiten cerrar la Conferencia como un éxito de la comunidad internacional.

Escuchamos con atención, pero discrepamos en globalmente con la valoración. En primer lugar, una declaración formal sobre el equilibrio de las tres dimensiones del desarrollo sostenible, que al mismo tiempo va acompañada de decisiones que únicamente promueven el crecimiento y la inversión económica, es más de lo mismo y no significa ningún cambio de paradigma ni mucho menos. Un ejemplo, el texto incentiva las inversiones en agricultura para responder a la creciente demanda de alimentos. Pero ni una palabra sobre los efectos de la agricultura sobre el cambio climático. Ni una palabra sobre el derecho a la alimentación. Ni una palabra sobre la especulación de los alimentos, una de las mayores causas de su inaccesibilidad para la población más pobre del planeta.

En segundo lugar, nos extraña y hasta nos indigna que el concepto de sociedad civil quede reducido al sector privado. Y aunque comprendemos el papel del sector privado en la creación de riqueza, la innovación tecnológica, la eficiencia, etc. También somos testigos de su poder de concentración en pocas manos, de su voracidad con la naturaleza, de la perversidad de su orientación especulativa, de su capacidad para crear desigualdad. No compartimos lo que dijo el Señor Ministro, de que ante un escenario de escasos recursos públicos el sector privado es la solución. Creemos que el Estado tiene mucho que hacer y que decir, y eso no es cuestión de inversión económica. Sin las regulaciones necesarias para la economía, la riqueza seguirá en pocas manos, la gente pobre seguirá sin comer aunque haya comida suficiente, y nuestro planeta seguirá deteriorándose hasta que no pueda más.

Cuando nos reunimos con el Secretario de Estado de Medio Ambiente y nos planteaba que la posición española sobre el PNUMA era convertirlo en Agencia, nos dijo que era una propuesta problemática y poco favorable a ser acogida. Preguntamos por qué. Y nos dijo que había dos problemas importantes, uno, que al convertirse en Agencia las contribuciones se vuelven obligatorias, y dos, que los compromisos sobre medio ambiente se vuelven vinculantes. Y que los Estados no quieren ni una ni otra cosa. ¡Vaya! Pensamos. ¡Si justamente por eso creemos que es necesario que se convierta en Agencia! Finalmente, consideramos muy poco ambicioso lo que se ha conseguido en Río+20, reforzar con nuevas potencialidades al PNUMA, sin más. Una gobernanza mundial que garantice el desarrollo sostenible implica cambios mucho más profundos y radicales. No sólo en el PNUMA, también en el ECOSOC (Consejo Económico y Social) al que habría que añadir la dimensión ambiental y dotarle de un rango de poder suficiente para marcar directrices, normar, castigar los incumplimientos, etc. Además, necesitamos Instituciones globales mucho más transparentes, democráticas, participativas. Y eso no existe todavía. Y no hay voluntad política para ello.

Finalmente, para los que consideramos que unos Objetivos de Desarrollo Sostenible son esenciales para garantizar la sostenibilidad del planeta, los acuerdos alcanzados al respecto son un descafeinado con mucho agua. Y precisamente porque creemos que al final en estas cumbres “hacemos que todo cambie para que todo siga como está”, consideramos que Objetivos de Desarrollo Sostenible claros, consensuados, con un marco temporal, vinculantes, evaluables, etc. son un marco imprescindible para caminar hacia la sostenibilidad. Veremos qué pasa en la Conferencia Intergubernamental que discuta sobre ello. Pero no somos demasiado optimistas.

En fin, el proceso de Rio+20 y nuestros diferentes diálogos con el gobierno español nos han hecho caer en la cuenta que hoy, tal vez más que nunca, es necesario nuestro trabajo. Necesitamos de sociedades fuertes, críticas, propositivas, que no se resignen ante las decisiones insulsas de nuestros gobernantes, que ignoran la urgencia de caminar en otra dirección.

Al final de la reunión, Arias Cañete nos decía: “Si lanzamos mensajes de que la cumbre ha sido un fracaso, flaco favor le haremos al medio ambiente”. Nosotros, para variar, pensamos lo contrario: Si lanzamos el mensaje de que esta cumbre ha sido un éxito de la comunidad internacional, flaco favor le haremos al medio ambiente…. Y a los millones de personas que cada pasan hambre o viven en la más absoluta de las miserias. Y son muchos.

 

Marco Gordillo Zamora

      Responsable de Campañas de Manos Unidas

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