Artículo de María Fernanda Matus para El Heraldo. Publicado originalmente el día 16/09/2017 en este enlace.
Las condiciones atmosféricas sufren transformaciones notorias. Desde los orígenes de la tierra, hace millones de años, el clima ha cambiado. Sin embargo, en la actualidad, el ser humano tiene la capacidad de afectar directamente en el sistema climático. La emisión de gases con efecto invernadero ha crecido masivamente, produce un incremento medio de la temperatura global que influye en diferentes sistemas de la hidrósfera, geósfera y biológicos del planeta. La realidad es que el clima es cambiante y lo ha sido desde siempre, el problema es que las drásticas alteraciones que vive en el presente, en gran parte, son por culpa del hombre.
La conciencia ambiental no es un capricho o una tendencia de moda. Es una urgencia que necesita el planeta. Aunque existe información para tomar medidas y evitar consecuencias irreversibles, el desconocimiento y la indiferencia siguen siendo protagonistas. Aparecen preguntas con respuestas variantes y las investigaciones tienden a dar resultados diferentes. El inconveniente es que algunas discusiones son irrelevantes, mientras que otras se convierten en uno de los mayores riesgos para el presente y el futuro del planeta. Debemos educarnos para poder identificar prioridades y cambiar nuestros hábitos.
Por ejemplo, los desperdicios de alimentos son una voz de alerta. El Dr. Ren Wang, durante el Congreso Internacional Save Food de Düsseldorf, afirmó: “Si la pérdida y el desperdicio mundial de alimentos fuera un país, sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero y el mayor usuario del agua de riego. La superficie de tierra utilizada para producir alimentos que nadie come, equivaldría al segundo país más grande en el mundo”.
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura advirtió que más de 1.300 millones de toneladas de alimentos se desperdician anualmente. Esto afecta de manera definitiva el planeta, causa daños al clima, el agua, la tierra y la biodiversidad. Un tercio de los alimentos se estropea antes de ser consumido.
La comida que desperdiciamos es responsable de añadir 3.300 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera del planeta. “54% del desperdicio de alimentos en el mundo se produce en las etapas iniciales de la producción, manipulación y almacenamiento poscosecha. El 46% restante ocurre en las etapas de procesamiento, distribución y consumo de los alimentos”, según el informe anual de la FAO (Food and Agriculture Organization).
Malgastar alimentos es un problema grave que se encuentra fuera de control. Las desproporciones son injustas. África atraviesa una de las peores crisis de hambruna en la historia reciente. A nivel global, se produce suficiente comida para alimentar a todas las personas en el mundo e ilógicamente millones mueren de hambre. El tercio de los alimentos que se desperdician cada año bastaría para que todos los seres humanos comieran.
Es importante entender la complejidad del problema y tratar de solucionarlo. Debemos comprar los alimentos necesarios y ser conscientes del daño que sufre la atmósfera cada vez que despilfarramos lo que dejamos de consumir.
Recordar que el hambre en el mundo podría desaparecer si supieras distribuir los alimentos y no los desperdiciáramos.
El planeta no está bien. Negarlo es justificar la destrucción. Actuar, nuestro deber.
@MariaMatusV
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