Un argumentario contra la #RiquezaqueEmpobrece

Aristóteles dijo que “Los más grandes crímenes no son cometidos por causa de las necesidades, sino por causa de las superfluidades”. Valga esta cita como punto de partida para exponer una idea que cala, en algunos sectores, cada vez con más intensidad: el problema de la desigualdad no radica en la pobreza, sino en el exceso; el problema de los pobres del mundo es el problema de los ricos del mundo, “el problema pospuesto y agravado de la inequidad” como dice Antonio Elizalde Hevia[1].

La tierra es un planeta pequeño, insignificante en la inmensidad del Universo. Por eso se torna, si cabe, más precioso. Alberga vida a raudales. Se convierte, así en el hogar de la Familia Humana.

Sin embargo, en poco más de un siglo, la Humanidad ha puesto en jaque al planeta y a la vida en él. A nuestro alrededor hablamos de la crisis económica que azota nuestro país. Sin embargo, debemos extender la mirada más allá de las fronteras para constatar que estamos ante una crisis de civilización sin precedentes. Es una crisis global en la que la Familia Humana debate su propia existencia. Así, Julio Alguacil Gómez, habla de una “metástasis” en la que se fusionan siete crisis:

  • La crisis económica financiera, que resulta del modelo de crecimiento propio del sistema capitalista, que ha derivado en la economía especulativa del suelo, la destrucción de la naturaleza, la privatización de los bienes comunes y la concentración del poder económico y político.
  • La crisis política, derivada de esa concentración y (con)fusión del poder político y económico, que tiene como resultado el desmontaje de la democracia.
  • La crisis de valores, marcada por la desconfianza individualista, que lleva a la pérdida de referentes, de identidad y de responsabilidad social y ambiental.
  • La crisis ambiental y climática, cuyos impactos en la economía, la sociedad, la demografía, la naturaleza son evidentes.
  • La crisis energética, silenciada y suicida que, junto al cambio climático, compromete seriamente la capacidad de alimentar a la población mundial.
  • La crisis demográfica, que acelera el incremento de la “huella ecológica”.
  • La crisis alimentaria, consecuencia de todo lo demás.

Para Leopoldo Abadía, (2009) “lo que tienes menos importancia en esta crisis es la economía; esta es una crisis de ambición”.

Podríamos seguir explicando cada una de las crisis y sus consecuencias. Pero preferimos detenernos en las posibilidades de cambio, en los signos de esperanza, en lo que se está moviendo en el mundo.

Otro mundo posible: Signos de esperanza

Una crisis es siempre final y comienzo de una etapa, como dice Joaquín García Roca (2013). Otro nuevo modelo de convivencia y uso de los recursos – naturales y financieros- se propone como alternativa: vivir sencillamente es un medio para conseguir que otros puedan vivir. Y para acumular lo que no ocupa pero llena, lo que no tributa pero enriquece y salva vidas.

Esto es más que una opción ética, más que la austeridad marcada por la crisis económica; más que la simplificación de las cosas. Se trata de:

–          encontrar el paradigma perdido, que sugiere Julio Alguacil (2013) con las tres “des”: descentralización, desconcentración, desburocratización,  y las tres “ces”: comunicación, conocimiento y conciencia.

–          reconstruir la sociedad ecosocialista, una propuesta de organización social y cultural, con transformaciones globales y altos niveles de conciencia que propone Antonio Helizalde.

–          volver a un de-crecimiento sereno, que propone S. Latouche.

En todos ellos y en otras muchas personas que ya experimentan otras formas de vida, de “una nueva residencia mental” donde la persona es el centro de la vida, encontramos signos como los siguientes: la gratuidad, lo comunitario, la dignidad, la glocalización, la relocalización y la re-politización – reinventando lo local-, la resiliencia y otra forma de consumo, que fomente la libertad y la corresponsabilidad, promueva la justicia y acerque a la felicidad[2].

¿Cómo entendemos estos términos, cómo los definimos y los adaptamos a nuestras vidas?

En la Semana contra la Pobreza os invitamos a reivindicar la vida digna para todas las personas del planeta. Somos Familia Humana y cada persona es hermana y hermano, padre o madre, abuela, abuelo, hijo, nieta. Merece la pena contribuir y exigir la erradicación del hambre y la pobreza en todo el mundo.

Algo se mueve y somos partícipes. Todo proceso de cambio es un camino largo. Los frutos quizás no los veremos nosotros, pero sí tenemos la llave para que esos frutos sean buenos y permitan vivir a la Familia Humana dignamente..

Hessel ya señaló que los derechos humanos se establecieron para liberar a la humanidad del miedo. En todo el mundo en estos momentos de crisis, y  resulta que también en España, muchas familias tienen miedo de no poder atender sus necesidades básicas, cuando no son reconocidos como titulares de sus derechos sino receptores de Estados que deben tener la voluntad política para su protección, respeto y promoción, además de ratificar el Protocolo Facultativo de los Derechos económicos, sociales y culturales en 2010.

Hablando de derechos y necesidades, el esquema de Maslow se revuelve cuando sabemos que se puede morir por falta de alimentos tanto como de falta de afecto. Las necesidades que “ordena” este esquema piramidal quedan desordenadas y conectadas obligatoriamente, -como la indivisibilidad de los derechos humanos- cuando la dignidad humana y el desarrollo de la persona se nutren de tantos ingredientes.

Elaborado por Cáritas Española, (RESUMEN DE LA REVISTA DOCUMENTACIÓN SOCIAL, septiembre 2013).


[1] ELIZALDE, A. (2013): “La línea de dignidad para que todos puedan vivir” en ALGUACIL, J (2013): Vivir sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir. Documentación Social nº 167. Madrid. Cáritas.

[2]Cortina, Adela: Por una ética del consumo: la ciudadanía del consumidor en un mundo global. Taurus, Madrid, (2002):

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