El 24 de octubre de 1970, la Asamblea General de la ONU habló por primera vez de la necesidad de que los países enriquecidos aumentaran de manera gradual su Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) para así llegar, en pocos años, a la cifra del 0,7% del Producto Interior Bruto. Doce años después, España recogió esta propuesta como resultado de la campaña “Objetivo 0,7”, con la que colectivos como Paz y Justicia intentaron sensibilizar a la sociedad y a los políticos de la necesidad de lograr este porcentaje de ayuda pública para que se destine a la cooperación al desarrollo.
De este acuerdo han pasado ya 30 años y el 0,7 sigue siendo una utopía y un compromiso que los partidos políticos del gobierno de turno han ido modificando a su antojo. Lejos de ser justa, esta cantidad (ya desfasada, dicho sea de paso), sigue sin lograrse y continúa siendo un instrumento a expensas de la política de asuntos exteriores y comerciales. El gobierno de Aznar la dejó con un raquítico 0,23%, más tarde Zapatero trató de remontar llegando, en 2010, al 0,5%. Pero en este año, con la crisis como coartada y los ajustes como eufemismo, Rajoy la ha vuelto a situar en 0,23%.
El 0,7% es un objetivo político alcanzable y cuenta con el respaldo de los principales partidos políticos a través del Pacto de Estado contra la Pobreza y con un amplio apoyo social. Pero, en un momento como el actual, en el que retrocedemos a pasos de gigante y en el que sólo importa la prima de un tal riesgo, los que dicen Diego donde dijeron digo nos están devolviendo a la misma situación que se vivió con aquellas acampadas que pedían un compromiso real y no una cifra de referencia.
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Es inevitable que la austeridad en el gasto público haga presión (a pesar de que hay países que frenan esta tendencia), pero también es obvio que el compromiso con la AOD ha sido, es y será posible y no necesariamente tiene que pasar por enfrentar a los pobres de Somalia con la pensión de nuestros abuelos*. No podemos aceptar esa guerra de pobres.
Fabiola Quintana Vega, Secretaría Técnica de la Coordinadora de ONGD de Canarias
*Al respecto, recomentamos la lectura de estos dos artículos que explican por qué se trata de una guerra de «pobres contra pobres».