Samanta Fernández-Canillas, Médicos del Mundo e integrante del grupo de voluntariado de la Coordinadora
Cada día de este nuestro calendario occidental nos recuerda que existen 365 causas que como mínimo requieren de nuestra preocupación o interés. A diferencia de una gran parte de ellas, el día 5 de diciembre nos reconcilia con una conmemoración en la que reconocer y agradecer un gesto tan solidario como necesario, una actividad tan comprometida como silenciosa, un modo de vida tan generoso como reconfortante:el voluntariado.
Centrémonos, en este caso, en los miles de personas que de forma desinteresada aparcan por un tiempo su vida familiar, profesional y cotidiana, con el propósito de centrarse en las necesidades de otras personas que viven a miles de kilómetros de sus ciudades de residencia.
*Voluntaria de Médicos del Mundo en los campos Saharauis en Argelia.
El voluntariado internacional mueve al año a un numeroso grupo de personas cuyo objetivo final es el de apoyar conforme a diversos proyectos y acompañar en el plano más humano, a comunidades enteras que resisten a la vulneración constante de derechos, a la carencia de recursos básicos y a la invisibilidad a la que les sometemos desde este mal llamado primer mundo.
¿Son estas personas agentes de cambio?, ¿qué les motiva para emprender un viaje así, tanto el plano geográfico como ideológico? Seguramente cada una de ellas podría aportarnos un enfoque diverso, experiencias heterogéneas incluso opuestas… pero ¿existe un nexo común que englobe a todas estas personas? Las entidades que nos definimos como organizaciones de voluntariado podemos afirmar que ciertamente son muchos los ejes en los que convergen personas de orígenes, culturas e idiomas diferentes, y sin duda uno de ellos es la empatía surgida hacia el malestar y la transgresión ajenos.
Sea como sea, hoy es un día para la celebración de la conciencia en todos sus espacios de calado social, allí dónde miremos, de Burkina a Gaza, siempre nos devolverán historias de una ciudadanía implicada en el cambio, en la metamorfosis más compleja y completa que podamos imaginarnos, potenciando la energía humana como auténtico motor de transformación. El voluntariado construye puentes en un mundo que alza muros, porquelo que nos une como humanidad no sabe de fronteras o distancias.